jueves, 4 de diciembre de 2008

Texto para Cuarto Básico

La leyenda del pehuén

Hace mucho tiempo el pueblo pehuenche vivía cerca de

los bosques de pehuenes o araucarias. Ellos se reunían bajo los

pehuenes para rezar, hacer ofrendas y colgar regalos en sus ramas,

pero no cosechaban sus frutos, pensando que eran venenosos y no

se podían comer.

Un año, el invierno fue muy crudo y duró mucho tiempo. La

gente se había quedado sin recursos: los ríos estaban congelados,

los pájaros habían emigrado y los árboles esperaban la primavera.

La tierra estaba completamente cubierta de nieve. Muchos de los

pehuenche resistían el hambre, pero los niños y los ancianos se

estaban muriendo. Nguenechen, el Dios creador, no escuchaba las

plegarias. También él parecía dormido.

Entonces, el Lonko, el jefe de la comunidad, decidió que los

jóvenes partieran en busca de alimento por todas las regiones

vecinas.

Entre los que partieron había un muchacho que empezó a recorrer

una región de montañas arenosas y áridas, barridas sin tregua por

el viento. Un día, regresaba hambriento y muerto de frío, con las

manos vacías y la vergüenza de no haber encontrado nada para

llevar a casa.

Repentinamente, un anciano desconocido se puso a su lado.

Caminaron juntos un buen rato y el muchacho le habló de su tribu,

de los niños, los enfermos y de los ancianos a los que, tal vez, ya no

volvería a ver cuando regresara. El viejo lo miró con extrañeza y le

preguntó:

¿No son suficientemente buenos para ustedes los piñones?

Cuando caen del pehuén ya están maduros, y con una sola piña se

alimenta a una familia entera.

El muchacho le contestó que siempre habían creído que

Nguenechen prohibía comerlos por ser venenosos y que, además,

eran muy duros. Entonces el viejo le explicó que era necesario

hervir los piñones en mucha agua o tostarlos al fuego. Apenas le

hubo dado estas indicaciones, el anciano se alejó y el joven volvió a

encontrarse solo.

El muchacho siguió su camino, pensando en lo que había escuchado. Apenas llegó al bosque, buscó bajo los árboles y guardó en su manto todos los frutos que encontró.

Los llevó ante el Lonko y le contó las instrucciones del anciano.

El jefe escuchó atentamente al joven; se quedó un rato en silencio

y finalmente dijo: Ese viejo no puede ser otro que Nguenechen, que

bajó otra vez para salvarnos. Vamos, no desdeñemos este regalo

que nos hace.

La tribu entera participó de los preparativos de la comida. Muchos

salieron a buscar más piñones; se acarreó el agua y se encendió

el fuego. Después tostaron, hirvieron y comieron los piñones que

habían recogido. Fue una fiesta inolvidable. Se dice que, desde ese

día, los mapuche que viven junto al árbol del pehuén y que se llaman

a sí mismos pehuenche, nunca más pasaron hambre y esperan que

nunca tan precioso árbol les sea arrebatado.

PREGUNTAS

Ahora que terminaste de leer, responde las siguientes preguntas:

¿Por qué el pueblo pehuenche pasó hambre ese año?

Explica a partir del texto la siguiente oración: “Nguenechen, el Dios

creador, no escuchaba las plegarias”.

¿Qué hizo el muchacho después de los consejos del anciano?

¿Cómo se cocinan los piñones antes de comerlos?

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